viernes, 25 de octubre de 2013

Enseñanza de la tierra sobre el cielo

El mundo camina sin notar que perdieron la capacidad de sorprenderse...

Mientras caminaba por la ciudad, mientras el mundo iba apurado, entraban en tiendas, se detenían a ver a los cantantes, payasos y vendedores ambulantes, hablaban y se movían a muchos lugares, me detuve a contemplar a una mujer que miraba el cielo, ensimismada de algo que yo (y al parecer nadie que pasaba cerca de ella) no lograba comprender.

Me acerqué a ella, la observé por un lapso considerable de tiempo, me senté a su lado queriendo preguntar que era lo que la sumía en esa expresión de asombro, luego de un tiempo logré entender que solo miraba las nubes que atravesaban el cielo en aquel momento, le pregunté sin reparar en las molestias que podría causar cual era la razón de mirar las nubes, tras lo cual ella sin quitar la vista del cielo me preguntó si yo sabía porque estaban las nubes ahí, la respuesta lógica (la cual obviamente entregaría) era que se debía a las condensación de los vapores que creaban esas formaciones nubosas, pero antes de responder y como si leyera mi mente me dijo que más allá de la lógica, las nubes estaban en el cielo con el simple fin de deleitarnos, que era parte de su actuación diaria, que los días podían ser iguales, monótonos y repetitivos pero las nubes siempre serían únicas, que nunca encontrarías dos iguales.

Por un momento quedé inmerso en esas palabras, en ese extraño pensamiento, en buscar una razón lógica que me entregara la respuesta coherente de lo que ella afirmaba, luego entendí que no había necesidad de encontrar un significado importante o profundo, una razón total, ya que al hacerlo me estaba perdiendo el espectáculo que presentaban ese día las nubes.

Por mucho tiempo fui al lugar para encontrar a esa mujer y agradecer la enseñanza, pero no la volví a ver.

Aun así, sigo viendo al cielo y me impresiono con el espectáculo diario, diverso y gratuito que entregan las nubes

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